¿Sí ubican, verdad? Pues ése era el hogar de los extraterrestres y yo los envidiaba por tener el súper tan cerca. Bajaban por las escaleritas del poste cuando requerían provisiones, pero casi nunca salían de ahí porque podían espantar a la gente. Qué prudentes y buenos eran los aliens. Oh sí.


O-di-aba la gravedad. Porque algún adulto me dijo que en el espacio exterior no había gravedad y todo flotaba.

Sin duda me parecía más atractivo andar por ahí flotando, que una burda y vil caminata.


A los reyes magos les dejaba alka-seltzers, ya que mis papás se indigestaban nada más de ver el banquetazo que mi hermano y yo les poníamos bajo el árbol:

- Oigan, pero tomen en cuenta que muchos otros niños del mundo también les dejan comida.

Qué torpes... cómo no lo habíamos pensado antes. Esos padres tan listos que nos tocaron. De manera que Carlos y yo les poníamos las tabletas efervescente para que se sintieran mejor después de todo el comelitón de las otras casas.

Probablemente eso nos dio puntos extras y por eso siempre nos fue tan bien con ellos.



Pues ya lo saben. No siempre fui así de arisca.