¿Estaban cogiendo?

Por esta parte del mundo, en el D.F., es notable la confusión que el concepto de “disfraz” le genera a sus habitantes. El chilango promedio cree que consiste en batirse la cara con los bilés caducos de una amiga o pintarrajearse con el maquillaje sobrante de las fiestas patrias.


Pocos son los valientes que se esmeran en conseguir un atuendo, pero aún más mérito de los que llegan a las fiestas ya caracterizados. Y es que solamente estar desnudo, supera la vergüenza de ser el único disfrazado en la fiesta de Jálogüin.


De este pudor quedan exentas, obviamente, las jovencitas que la “noche de brujas” representa una razón contundente para calzonear, y vestirse de enfermeras, policías, bomberas, mucamas que sólo en las películas porno se pueden apreciar.


Disfrazarse permite ser alguien más por una noche. O sea, que durante éste Jálogüin, algunos invitados resurgieron en David Bowie, Freddy Mercury, hippies, faraones, hadas, rameras de los 40, rameras en general y personas con caras azules, blancas y garabatos de bilé carmín (lamentable, como siempre, el caso de los últimos).


Partiendo de éste beneficioso entendido, no será necesario bautizar a los personajes, mas que identificarlos por su disfraz.


La invitación llegó con tanta anticipación, que como suele ocurrir en estos casos, fue pasada por alto en la agenda de nuestro personaje (que para entonces, como no tenía disfraz, tampoco nombre en esta historia). Ella, quien precisamente requería una anécdota jalogüinesca y digna de ser contada, recibió una llamada que le recordaría la fiesta de disfraces. Supo que ahí estaba lo que necesitaba.


Meditó profundamente el asunto de su vestimenta. Nada que implicara embadurnarse la cara o gastar más de la cuenta: “disfraces hechos en casa”, buscó en Internet. Los modelos de togas griegas fueron la mejor opción.


Sus caderas latinas le sembraron la duda y compró tela de más. La suficiente para confeccionarle togas satinadas, color blanco, a toda la fiesta. Por fortuna para su autoestima: tela sobró, y mucha.


Ella, a partir de ahora “la griega”, que nunca antes había pegado ni un botón, se aventuró a cortar y dizque coser su atuendo; algunas grapas y plastas de silicón fueron los toques finales. Blue Demon, su acompañante, llegó a mitad de la gesta; veía muy absurdo el entusiasmo en personificarse. A él le daba igual… por eso era Blue Demon, con su máscara y ya.


Aquella noche del 31 de octubre hizo frío, así que además de la toga, fue necesario un abrigo blanco y felposo que nada tenía que ver con el resto del disfraz y que además contrastaban con las veraniegas sandalias de tiras de cuero, traídas del tianguis de Coyoacán. Pero la piel de gallina no entiende de esas cosas y las bajas temperaturas ameritaban el abrigo.


La cita fue por Xochimilco. Paradójico que entre esas calles llenas de tradición precolombina, se reúnan al mismo tiempo celebraciones ajenas a nuestra cultura como Halloween, pero así pasa ya en todo el mundo. De manera que la paradoja que en ese momento los ocupó, fue la del indescifrable rumbo que resulta Tepepan: ni Blue Demon, ni la griega, tenían la menor idea de cómo llegar a la fiesta.


Luego de hacer algunas llamadas y consultar Google Maps, prefirieron esperar a que Tutancamon y Nefertiti los guiaran. Acordaron verse en un sitio reconocible, ya estaban cerca, así que no pasaron ni 10 minutos cuando llegaron finalmente a la fiesta.


Los clásicos vasos rojos de plástico resaltaban entre las manos de la numerosa concurrencia. Los padres del anfitrión, un rockero de los 80, salieron de viaje, lo cual explicaba el festivo tumulto.


Una chicas agogó, Andy Warhol, la Llorona, Cenicienta y Satanás bailaban reguetón al tiempo que obstruían la entrada. Como es tan típico en esta fiesta no-típica en el país, la gente sin disfraz estuvo presente. Lo extraordinario es que se trataban de la minoría y se alcanzaba a percibir su incomodidad y hasta cierta añoranza por llevar un disfraz.


Y si eso no llamaba suficientemente la atención, se podía mirar al lado, donde Jack Sparrow “se le arrimaba” a una fogosa Campanita.


La casa estaba llena y el calor humano derretía “los disfraces” de los carapintada. La griega votó su abrigo casi desde que llegó. Cabe agregar, que por su impericia en la costura, estaba segura de que los comentarios que halagaban su toga estaban llenos de sarcasmo y mala voluntad; pero no, honestamente pudo ser peor, y en su caso no lo fue.


De entre las pelucas, alas y la cola de un dinosaurio, apareció un personaje con disfraz confuso, toda ella se veía así. Se trataba de una mujer con un antifaz gris, como los del carnaval de Venecia. Por lo demás, usaba una falda de mezclilla (que de tan corta, hacía dudar del clima externo a la casa), usaba botas cafés que parecían pantuflas y una blusa amplia, tanto como su escote.


La mujer del antifaz saludó simplonamente a Tutancamon y a Nefertiti, abrazó fraternalmente a quien parecía su amiga, la griga, y con timidez apenas le sonrió a Blue Demon. Sacó de una bolsa de plástico que llevaba en la mano, una botella de whiskey que fue bien recibida por los mencionados. Así logró quedarse en ese grupo.


Antes de eso, la Mujer Maravilla, Joker, una de las dos Merlinas y varios más, se acercaron con Blue Demon y la griega para preguntarles sobre los rumores que corrían sobre su amorío. A pesar de que nunca habían hablado al respecto, era imaginable que algo ocurría entre los dos. Sin embargo todo parece indicar que a la mujer del antifaz, no le pareció tan obvio.


Comenzaron las canciones de salsa, lo que indicaba que la fiesta estaba por terminar. La casa se había desalojado parcialmente. Los ojos caídos de David Bowie delataban el alcohol en su sangre, eso, y el hecho de que se soltara a bailar con Gloria Trevi, siendo que permaneció sentado casi toda la noche.


Al igual que Bowie, otros más se hicieron espacio entre la sala y el comedor para bailar. La mujer del antifaz había desaparecido toda la noche e intempestivamente volvió con aliento alcohólico, a pocos minutos de que Blue Demon y la griega se marcharan. Ésta última, de hecho, se disculpó un momento y tuvo que dejarlos solos, pues fue en busca de su abrigo blanco.


Cuando volvió, sorprendió por la espalda a Blue Demon quien naturalmente brincó al no haberla advertido. La mujer del antifaz se había puesto romántica con el luchador, quien puso cara de desentendido a pesar de tenerla recargada en el hombro.


La griega levantó su ceja al estilo "mamá enfurecida" y apresuró la huida. Ambos se despidieron de la, entonces mujer borracha del antifaz, y ésta les recordó cuánto los quería antes de decir adiós.


Blue Demon confesó todo:


- Me dijo que “necesitaba un hombre” y que sólo me lo confiaría a mí

- ¡…zorra! – dijo entre dientes la griega

- Menos mal que es tu amiga – le recordó él (que dejó de ser Blue Demon, pues ya no llevaba la máscara)


Ya en el auto y aún en las cercanías de la fiesta, se asomaron extrañados por una de las calles oscuras y solas. En aquella vereda empedrada se encontraba el carro de Nefertiti y Tutancamon: era el modelo, el color y la placas. El auto del faraón se encontraba con los vidrios empañados y con un leve movimiento, un delgado pie femenino con uñas doradas se asomó.


La griega arrancó y dejó la escena y los rumbos de Tepepan atrás. Al ex luchador sólo se le ocurrió decir: “¿estaban cogiendo?”.

5 comentarios floripondios:

Adriana dijo...

Claro que no, cualquiera sabria que solamente estaban comprobando qué tan recreable era esa escena famosa de Titanic.

JAJAJA

¿Anayram o Mariana? ... dijo...

Debí leer primero la etiqueta...
regreso mañana...jajaja

Yisus dijo...

Perate perate, ya no entendí quién con quién :S

Miros dijo...

pssssssssss y quien era la del antifaz? chan chan chan

Rous dijo...

jajajaja espero ser la única de tus amigas(os) que lean tu blog!!

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